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Texto: Herbeth Escalante
Fotos: Lorenzo Hernández
Artesanas, bordadoras, pastoras, estudiantes, amas de casa que todas las tardes se convierten en las Amazonas mayas y salen a jugar softbol en el campo donde horas antes pastaban sus borregos. Lo que comenzó como una necesidad de hacer ejercicio se ha convertido en un motivo de cohesión y símbolo comunitario
YAXCABÁ, YUCATÁN.- A las afueras de la comunidad maya de Yaxunah se ve caminar a paso veloz a la capitana Fermina Dzib Dzul, acompañada de sus borregos a los que lleva a pastorear al campo de softbol. En la espalda carga un bate, pues mientras sus animalitos comen hierba, ella entrenará con sus amigas del pueblo, Las Amazonas, quienes cobraron fama en esa zona del sur de Yucatán porque recientemente ganaron un cuadrangular.
“Vencimos a Las Cardenales y a Las Felinas de Kancabdzonot, ganamos el primer lugar, pero nunca nos dieron el premio. No importa, como le digo a mi equipo, lo importante es que nos divertimos y aprendimos un poco más”, dice Fermina al iniciar con el calentamiento lanzando la pelota.
El borrego más grande se llama “Príncipe” y es el más inquieto, se resistía a abandonar la zona de bateo. Fermina lo jaló con todas sus fuerzas y lo amarró a un árbol para que pueda comer lejos y ya no interrumpa el entrenamiento. Sus compañeras reían viendo la escena, se acomodaban las mascotas y se ubicaban en sus posiciones.
Desde hace tres años, Las Amazonas practican por su cuenta, no tienen entrenador, solo dos bates, cinco manoplas -que ya se echaron a perder por el uso- y unas cuantas pelotas que lograron comprar al ganar un concurso de altares por el Día de Muertos.
Entrenan en huipiles y sin calzado, así se sienten más cómodas. Están orgullosas de representar a Yaxunah cuando se enfrentan con otros equipos del municipio de Yaxcabá y de otras localidades cercanas a Chichén Itzá.
En sus inicios, como no tenían bates, jugaban con un pedazo de madera y bolas de béisbol. Tampoco tenían acceso al campo, por lo que practicaban por las tardes en el parque del pueblo, entre las piedras y el cemento. Eso sí, siempre hubo público apoyándolas, pues los vecinos salían a verlas y a divertirse.
“Me caí tres veces en el parque y me lastimé. Ni modos, me gustan los golpes”, cuenta Fermina, quien en su papel de capitana se puso de acuerdo con los integrantes del equipo varonil para compartir el campo de softbol, en donde ahora entrenan los miércoles y viernes a partir de las cuatro de la tarde.
A Fermina siempre le gustó el juego de pelota, desde pequeña, pero su madre no le permitía practicar ni salir a la esquina de su casa. Eran otros tiempos, la comunidad era más cerrada con las mujeres. Cuando tenía 40 años, el médico le recomendó hacer ejercicio porque presentaba problemas de salud y así comenzó la historia del equipo.
“Estaba muy gorda, necesitaba hacer ejercicio, por eso le pedí ayuda a mis amigas, les dije que vayamos a jugar softbol y aceptaron. Invitamos a otras señoras y muchachas y salimos a jugar. Nos gusta mucho entrenar y ya hasta se me olvidó que estoy enferma”.
Fermina.
Son artesanas, bordadoras, crían animales, estudian el telebachillerato y realizan labores de cuidado en sus hogares. Por las tardes son las guerreras que entrenan durante horas bajo el inclemente sol y que aceptan las “cascaritas” con otros equipos para demostrar su fortaleza.
Una de las jugadoras más jóvenes se llama Esmeralda Chan Pat, es la pitcher. Como ella misma asegura, su labor es “darle batalla” a las bateadoras para evitar carreras.
“Ya aprendí a tirarla floja para que la pelota no se aleje y ahora estoy practicando tirar con curva”, dice al terminar el entrenamiento. Esmeralda porta orgullosa una gorra roja con el nombre de su equipo.
La Amazona más joven tiene 14 años y la de mayor edad, Dominga Mex Chan, a quien llaman “La Abuela”, tiene 63 y es una de las más valiosas, pues casi nunca falla al batear y sus impactos son feroces. Todos en el pueblo la vitorea cuando salta al terreno de juego.
Los entrenamientos están dando resultados, ellas pusieron su mayor esfuerzo para vencer a Las Xibalbas, Las Bravas y Las Panteras de Pisté, tierra de los legendarios Itzáes, con quienes tienen una antigua rivalidad desde tiempos prehispánicos.
“Aquí en el equipo no nos peleamos ni regañamos a nadie, venimos a divertirnos. Si alguien cometió un error y no pudo atrapar la bola, vemos cómo mejorar, no pasa nada”, sostiene la capitana Fermina, quien siempre está supervisando que sus compañeras se mantengan en sus posiciones y que nunca le quiten la mirada a la pelota.
Lo único que quieren es seguir jugando, conocer otros pueblos y enfrentarse con rivales cada vez más poderosas. Recientemente las invitaron a jugar contra un equipo de Playa de Carmen en Quintana Roo, pero no tienen patrocinadores que paguen el transporte. Esperan pronto juntar algo de dinero para poder viajar y competir de visitantes en otros lugares.
Pero ese no es su único sueño, también quieren ir a Mérida para conocer el Estadio Kukulcán, en donde entrena el equipo de béisbol Los Leones de Yucatán, y por supuesto, disfrutar de un partido y verlos ganar.
“Siempre estamos pendientes de ellos, vemos en el periódico si ganaron o perdieron. Hacemos competencia de cómo nos va en los partidos, aunque ellos no lo saben”, revela Fermina entre risas.
La capitana explicó que escogieron el nombre de Amazonas porque se identifican con aquellas mitológicas mujeres guerreras que destacaban por su coraje y orgullo. Recalcó que así son las mujeres mayas.
“Siempre seremos guerreras con nuestro equipo, no importa que haya quienes se burlen de nosotras, de cómo jugamos, de nuestros uniformes. Siempre daremos la batalla en el juego y no necesitamos de refuerzos para ganar, solitas podemos”.
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