“Las mujeres supervivientes somos un desafío y un peligro”

RedKarani

Pikara Magazine por Mar Gallego

Entrevista a la historiadora mexicana Antonia Ávalos, integrante del colectivo sevillano Mujeres Supervivientes.

Fundadora de Mujeres Supervivientes y querida en los barrios sevillanos, la historiadora mexicana y doctora en Estudios de Género, Antonia Ávalos, reivindica su sabiduría como mujer migrante y superviviente de violencia de género. A través de la organización, acompañan a mujeres que se encuentran en el ciclo de la violencia machista desde un enfoque diferencial, atendiendo a sus narrativas y sus tiempos. Su metodología única, reconocida ya con varios premios, cuestiona el modelo de intervención institucional que considera revictimizante.

¿Cómo te definirías en estos momentos?
Yo ahora mismo me defino como una mujer que hace junto a otras un feminismo de barrio, de a pie y de calle a través de la alimentación y de los cuidados. Habitando la esperanza de manera colectiva.

¿Cómo nace Mujeres Supervivientes y qué hace exactamente?
Migré aquí junto a mi hija huyendo de la violencia. Cuando llegué, intenté otra vida limpiando casas y cuidando enfermos, siendo abusada laboralmente en España por mujeres españolas y por el sistema. Al estar haciendo mis estudios de doctorado, conocí a otra chica que me habló de una entidad que necesitaba apoyo. Consideré que, con mi bagaje y experiencia, podía ayudar. Así dejé el trabajo de limpieza y desarrollé una propuesta metodológica para trabajar con mujeres en situación de violencia de género, que incluye la cartografía del proyecto vital que resultó ser muy eficaz.
Tras trabajar unos años en esta entidad y justo con otras mujeres migrantes y españolas, fundamos Mujeres Supervivientes con esa metodología de intervención que hace que las mujeres víctimas de violencia de género tomen un rol activo y protagonista en la ruptura de los ciclos de la violencia y en la planificación de un nuevo proyecto vital para ellas, su hijos e hijas.

¿Cómo se lleva a cabo esa atención y ese acompañamiento?
Cuando ellas llegan, el recibimiento es amable, cordial y respetuoso. Les miramos a los ojos, dejamos que ellas hablen y cuenten su historia que, en ese momento, es una historia fragmentaria porque las cosas se les olvidan y guardan silencio. Ese primer encuentro es fundamental porque es ahí cuando establecemos un pacto terapéutico de confianza para que vuelvan. Es clave escucharlas y que se sepan reconocidas en eso que están viviendo porque ni ellas mismas se lo creen. Todo es confuso, están atolondradas y no se reconocen víctimas, solamente sienten mucho dolor y se ven como tontas. Sienten que están haciendo las cosas mal y lo que quieren muchas veces es una receta, una varita mágica para recomponer su familia y su relación de pareja.
La administración muchas veces las presionan para que denuncien porque en ese primer encuentro te das cuenta de que el peligro de que puedan ser asesinadas es inminente. Para nosotras es fundamental no perderles la pista. Todas vuelven. Algunas denuncian, otras no, pero todas han dejado esas relaciones de abuso.

Entiendo que esa red que se crea es fundamental ya que los agresores suelen dejar sin redes a las mujeres.
Así es y nadie cree en ellas. Su familia, por ejemplo, no las cree. Pudieron haber roto con todos los vínculos con la familia porque ellos las aíslan y porque tenemos vergüenza por todo lo que mentimos durante la relación, en el sentido de que decimos que no vamos a un cumpleaños o a una primera comunión porque tenemos trabajo o estamos cansadas. Llega un momento en que hay un abismo entre la mujer, la familia y las amigas que también se cansan. Pero nosotras conocemos esos ritmos y esos altibajos.

¿Tenemos en la cabeza un estereotipo del ciclo de violencia que se da por pasos, sin esos altibajos que dices?
Sí, tenemos en la cabeza un ciclo mecánico. Jamás es así. La vida tiene eso, que en una situación de violencia vas improvisando, estás a salto de mata, cuidando tu respiración, tu pensamiento, lo que haces, lo que compras, con quién hablas… Intentando salvar tu vida.

¿En qué consiste la cartografía del proyecto vital que hacéis con las mujeres?
Cada mujer tiene su propia cartografía. En el centro de una hoja de papel, ponemos la foto de la mujer. El primer cuadrito que hacemos con ellas tiene que ver con la intervención inmediata y concreta. Si, por ejemplo, en el caso particular la mujer no quiere denunciar pero sí quiere trabajar su dolor o su culpa, se la deriva a una psicóloga y eso sería otro cuadrito en su cartografía. Si es fundamental para ella trabajar la relación con su padre o el establecimiento de límites, todos estos serían otros cuadritos en su cartografía.
Es un proyecto vital y además no puede ser exclusivamente teórico. Para nosotras es fundamental trabajar todo lo que tiene que ver con el cuerpo y las emociones. Hacemos talleres corporales, sobre límites físicos y emocionales, anticonceptivos, higiene… porque puedes no tener energía ni siquiera para ducharte, comer o cambiarte. El “vamos a poner una lavadora” o “vamos a hacer un potaje” es algo que parece tonto pero que nos va sacando de esa inercia del dolor y de la depresión porque echamos a andar nuestra energía.
Otra parte importante de la cartografía vital es lo relacionado con los derechos humanos y el feminismo. Entender que esto que nos pasa obedece al sistema machista, patriarcal y a toda esta basura del amor romántico. Desmontar todo esto es muy liberador y revelador porque ya no somos la tonta que elige a esa pareja sino que todo obedece a una estructura económica, social, cultural, simbólica, política.
Cada cartografía es personalizada y es un proceso que tarda entre año y medio y dos años porque vamos reinventando la vida de acuerdo a lo que cada una trae de su historia, sumado a sus deseos y su experiencia. Cada mujer es distinta y en función de eso se diseña el proyecto vital. Es algo muy sencillo, pero muy potente y funciona.

En lo referente al cuerpo, creo que dais mucha importancia a la sensualidad y al erotismo.
Es que es fundamental porque, fíjate, el principio de la vida es Eros, por lo que es fundamental que nos redescubramos en ese cuerpo que ha sido expropiado. Esa recuperación de nuestro cuerpo y nuestra sensualidad es reafirmarnos en la vida y tiene que ver con el deseo y el placer de tocarnos, acariciarnos y sentirnos, romper el estigma puta y todo eso.
El principio de muerte es Tánatos y es la negación del cuerpo, del deseo del placer. Cuando estamos viviendo violencia estamos en esa oscuridad, en ese Tánatos. Se produce una anestesia, una escisión producida por el sufrimiento. Recuperar el cuerpo es una manera de reincorporar ese poderío de las mujeres a través de la danza o estando junto a otras. Es una energía muy poderosa y lleva a que ese cuerpo recupere su posición política.

«Hay cierto desprecio hacia las mujeres supervivientes»

Fundamental en todo este proceso de vuestra propia experiencia como mujeres supervivientes y que parte del equipo lo componen personas que han atravesado esta violencia estructural. Es clave, pero no es lo habitual. ¿Por qué ocurre?
Se nos excluye desde la mirada de un feminismo hegemónico que, tanto a las migrantes como a las supervivientes de la violencia de género, nos considera las subalternas. Hay cierto desprecio hacia las mujeres supervivientes. Es una cuestión clasista también, no encuentro otra explicación. Tiene que ver con el poder cuando sabemos que la violencia de género la pueden vivir ministras o funcionarias. Todas las mujeres en este sistema hemos vivido algún tipo de violencia, pero se distingue entre un feminismo dominante y hegemónico de “nosotras sabemos lo que hacemos, estamos en el poder”, de un feminismo de a pie, de barrio, comunitario, de las migrantes que también tenemos un recorrido y una sabiduría.

Antonia, mujer superviviente de violencia machista, entrega comida de forma voluntaria en Sevilla, 18/11/20. Fotografía: Laura León

No usáis el término víctima y sí el de superviviente. ¿Qué implicaciones tiene este enfoque?
Es saber recuperar ese poder corporal político y simbólico y posicionarnos después de haber atravesado un desierto. Las mujeres supervivientes somos un desafío y un peligro. Hay una verdad y una contundencia en nuestra historia que es irrebatible e incuestionable. La demagogia a nosotras no nos afecta porque, si sobrevivimos a la muerte, al hambre, a la pobreza y a la migración, vamos a sobrevivir a lo que sea.

Accede a la entrevista completa por este link:

 

 

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