Aquellas Pequeñas Cosas

Arturo Mora Alva

Va terminado un año por demás complejo. Un cierre de año entre paradojas y rituales que se tendrán que reinventarse, desde la alegría de saber que las personas que amas y que quieres, están bien y van cuidándose y por otra parte desde la congoja y la tristeza de saber que algunas personas que aprecias se han contagiado con todo lo que implica y otras más han muerto, no sólo por los estragos del virus, sino por otras enfermedades y por causas naturales. Lo cierto es que la nostalgia se instala al recordar a las personas que ahora ya no están con nosotros.

Hay momentos con el encierro y con la restricción de movilidad que nos hemos impuesto muchos de nosotros para contribuir, parar, limitar la propagación del Covid-19, que hemos tenido y vamos teniendo algunos espacios en estos días para realizar alguna  introspección personal y con ello poner en perspectiva la vida misma, en el sentido más amplio y poder dar sentido a lo que vamos experimentando, a lo que se siente y a lo que vamos viviendo día a día ante la incertidumbre, esa, que aún flota en el aire como el virus mismo, aunque éste lo haga unos instantes ante de caer al piso o que se impregna en las superficies de las cosas.

El contexto político también hace de las suyas. La política es un espacio todavía lejano para gran número de personas, Si bien, todo acto social es un acto político, lo es también el hecho de que la gran mayoría no tiene una conciencia de lo que implica estar en la vida social y por tanto en la política, como lugar para la construcción colectiva de la realidad. Lo que hacemos y lo que hemos hecho durante mucho tiempo es ponernos en una distancia -nada sana políticamente hablando- en la que la única acción política es expresar el desinterés y la apatía por lo público o bien con una menguada participación electoral, que se reduce al voto en el mejor de los casos o en la abstención mayoritariamente, como expresión del enojo por el saldo de la política.

El anuncio de los acuerdos electorales para las elecciones del 2021 entre el PAN, el PRI y el PRD, para enfrentar a Morena y sus aliados, muestra sin duda alguna la falta de un proyecto de nación y que todo se reduce a la búsqueda del poder, sin más pretensiones, con un pragmatismo sin ningún tipo escrúpulo, dejando de lado la identidad política y haciendo añicos los principios y la ideología que esos institutos deberían defender.

Así, la vida se nos presenta por demás desafiante en la marea de lo incierto. Entre la incredulidad de los anuncios de que todo estará bien y entre la apuesta del gobierno federal por su estrategia para enfrentar el Covid-19 y las políticas anunciadas para la vacunación. Una realidad que se mezcla entre los maniqueísmos de los partidos políticos, -en los gobiernos de los estados-, para llevar todo a la confrontación política y buscar solamente las ganancias electorales.

La vanidad política se convierte en arrogancia cuando todos los actores políticos se creen que son los únicos que tienen la razón, Basta con ver las declaraciones -en casi todos los temas de interés social, de salud y educación-, por ejemplo, de los gobernadores de Jalisco, Guanajuato, Aguascalientes o Querétaro y más cuando los argumentos que se ofrecen son la ofensa y la descalificación, además con una nula memoria histórica.

En este fin de año, en el contexto de la Navidad, -herencia de Occidente-, la posibilidad de pensarnos como sociedad y como personas en lo particular es una oportunidad para la introspección, para recordar quienes somos. Pensar en la historia individual que nos ha ido acompañando y  la oportunidad de repensar el contexto de vida, nuestra trayectoria y de poder apreciar lo vivido y lo que se tiene, de valorar los logros y los fracasos, pero también de reconocernos en los otros, de sopesar la condición humana y pensar que hay mucho por hacer, mucho por contar, mucho por compartir, mucho por soñar, mucho por mejorar y mucho por construir para crear un mundo mejor, más justo, más solidario, con más sororidad y fraternidad, un mundo más libre, más humano y feliz.

Por ahora, en estos tiempos que se inundan de nostalgia, Joan Manuel Serrat nos regaló una canción hace algunas décadas ya, y que con una letra simple, pero profunda, propia del poeta que es, nos invita a no renunciar a la sensibilidad que nos hace humanos y nos recuerda que la remembranza mueve y toca el alma y el corazón, y que es desde ahí, que podemos encontrar y reconocer a esas personas -aún nosotros mismos- que hoy se extrañan y que se sienten en la piel, a la vez de que convocan y evocan nuestros sinceros sentimientos con Aquellas Pequeñas Cosas”:

Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.

Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.

Como un ladrón
te acechan detrás de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas
que el viento arrastra allá o aquí,

Que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.

Por: Arturo Mora Alba

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Proudly powered by Wpopal.com