“Somos lo que hacemos, con lo que hicieron de nosotros»
P. Sartre
“Mi gozo viene de lo inédito de mi emoción. Mi exaltación viene de que antes no sentí la presencia de la vida (…) Nunca sino ahora ha habido vida.”
César Vallejo
Los días se suceden sin prisa, la pandemia relativizó el tiempo social. Ha puesto en pausa las fechas de un regreso a una nueva normalidad que todavía es inasible y que está cargada de imaginarios sociales y de imposibles socioculturales, por ahora.
La necesidad del cubre bocas, el quedarte en casa, la sana distancia física y las acciones de higiene como el lavado de manos, son deseos, buenos deseos, pero todavía no son prácticas cotidianas que hagamos todos para contener un virus que está enfermando y matando personas todos los días.
La incredulidad y la desconfianza en las autoridades aumentan con el nuevo juego de los colores de un semáforo que lo cambian de color sin argumentos sólidos y sin evidencias científicas. Una nueva normalidad que cambia en días y con una sociedad que no acaba de entender que la pandemia es algo inédito y que no estábamos preparados como país y como sociedad para responder a lo nuevo que implica controlar la pandemia.
Victoria Camps* escribió hace unos días lo siguiente:
“«Cuídate, cuidémonos», ha sido la máxima omnipresente a lo largo del confinamiento por la COVID-19, y lo sigue siendo mientras dure la amenaza de contagio. Hace tiempo que el cuidado viene abriéndose camino como una disposición imprescindible con vistas a la mejora del bienestar individual y colectivo. Se trata de un valor, como dijo su promotora Carol Gilligan, tan esencial como la justicia, que ha permanecido invisible durante siglos porque su espacio natural era el de la vida doméstica donde gobernaban las mujeres. Siempre fueron necesarios los cuidados, porque la menesterosidad es un aspecto de la condición humana. Ni los avances de la medicina ni la profesionalización de muchos servicios cubren totalmente una obligación de la que nadie debería estar dispensado. Nada lo hubiera hecho tan evidente como la pandemia que se nos ha venido encima. El desconocimiento, la incertidumbre, la escasez de medidas preventivas y las dimensiones insospechadas de la catástrofe han puesto el foco en este imperativo irrenunciable: el de cuidarnos por la vía de cuidar de los demás.”
Lo cierto es que el tiempo avanza inexorable y el futuro se presenta incierto. No solo en los escenarios económicos, sino junto con las ya permanentes demandas sociales que se suman a una “crónica de una catástrofe anunciada”, en las que se incluye el desempleo, la violencia, la inseguridad, la inflación, las demostraciones de fuerza del crimen organizado y a la que se le aderezan los escándalos de corrupción, las tensiones y conflictos al interior del nuevo gobierno, -que no son nuevos ni exclusivos de la “4 T”, pero sí son noticia-, ya que en el fondo está el temor de la puesta en marcha de una forma diferente de gobernar, con la contradicción de que se parece mucho lo que se observa a las formas y modos de actuar de anteriores gobiernos. Sí, a veces la memoria histórica tiene amnesia selectiva.
Lo inédito de la pandemia, nos lleva a nuevos contextos de vida. La doble y triple jornada de las mujeres en casa y tomó dimensiones nuevas, rompió la organización social del espacio familiar y con ello los conflictos se multiplicaron. La incertidumbre provoca desazón y angustia entre otras muchas cosas y entre todo ha visibilizado las violencias de género y las estructuras patriarcales, machistas, clasistas y racistas vigentes y que son parte del México profundo, ese que emerge con la tragedia y el dolor humano. La historia de la “combi” de esta semana que pasó, se convierte en un lugar terrible para una simulación de una anhelada justicia.
Las y los adolescentes, los jóvenes se ven confrontados dentro de sus propios procesos de desarrollo, en un encierro que altera sus estados de ánimo y en donde sus preocupaciones son cruzadas por la falta del espacio social que necesitan para poder interactuar, para reconocerse a sí mismos y a los otros en su entorno grupal. El tocarse, el reírse juntos, el conversar cara a cara se convierte en demanda y en la que sus acciones se viven como un desafío, con una buena dosis de temeridad, con lo que emerge la necesidad de ir a bares y antros, a fiestas privadas, a pijamadas, pese a todos los riesgos reales de contagio y de sus consecuencias.
Los y las niñas también han tenido que pagar la factura de lo inédito de la pandemia. Su espacio social de la escuela desapareció y la idea de estar aprendiendo contenidos en casa ha distorsionado los fines de la educación y con ello se ha puesto, a su vez, en revisión las prácticas sociales asociadas a la oferta de educación de las instituciones públicas y privadas.
Entre lo inédito que el Covid-19 ha traído a la vida social, es la posibilidad de integrar una nueva antropología del cuidado y de convivencia, para con ello asumir los nuevos hábitos de higiene y salud que son urgentes y necesarios, más allá de del virus SARS-CoV-2. Podemos darnos la oportunidad de repensar y actuar en el tema del cuidado de las personas ancianas, que son una población que se incrementa año con año de acuerdo a la pirámide poblacional que tenemos en el país.
Esta también la urgente necesidad de revisar las prácticas publicitarias y de consumo de los alimentos industrializados, de la comida chatarra y las bebidas azucaradas especialmente las dirigidas a la infancia en todas sus etapas y que están asociadas a los problemas de salud como la obesidad, el sobrepeso, la diabetes y otras enfermedades crónico degenerativas que tienen su relación directa con el número de fallecimientos de adultos por Covid-19.
Se trata de realizar una reflexión antropológica sobre el saldo civilizatorio que tenemos globalmente y como nación, que por lo inédito nos puede permitir hacer un cambio sustancial del modelo económico de desarrollo, ya que está en juego la sobrevivencia de la especie humana y la del planeta. “El ideal autonomía, autosuficiencia y soberanía se han venido abajo”, señala Camps.
Entre todo lo inédito, tenemos que comprender y asumir la responsabilidad humana y social de que sí podemos cuidarnos y de cuidar a los otros, a nuestros otros y a uno mismo, sólo si queremos hacerlo. Dentro de lo inédito esta opción de construir una cultura para el cuidado de la salud física y mental de un nosotros –individual y colectivamente-, que aliente la esperanza y el sentirnos plenamente vivos.
Por: Arturo Mora Alva