Hagamos un poco de memoria, eras una niña o un niño, feliz como cualquiera. Los días eran especiales, la vida era sencilla, tu trabajo fue el de dar alegría a la familia.
Los grandes, gozaban de tu presencia, te pidieron sonreír y lo hacías, te invitaban a bailar, y con un poco de pena, lo hiciste. Presumiste tus logros de preescolar y en ocasiones no te dejaban parar hasta que termines con la sopa.
Recuerdas también que cada vez que te ponían frente al espejo para peinarte, luego de un par de jalones, de manera automática sonreías. Mirando al espejo sonreías. Volteabas a la cámara y sonreías. Ése, era un gran trabajo, ser feliz frente al espejo.
Al paso de los años, entre muchas cosas, ser adulto conlleva olvidarnos de percepciones simples, como el de vernos al espejo con esperanza, con gusto y sin prejuicios. Wow! Vaya palabra: prejuicios. Es muy complejo, a ciertas edades, ver al espejo, detenidamente, pues de esa manera, vemos más cosas «que antes no tenías», o al menos no las habías identificado con tu experto ojo clínico.
Mi madre, antes de que yo cumpliera 18 años, todo feliz y con ánimos de comerme al mundo de los adultos, sabiamente me dijo: «luego de los 20 años, la vida se va volando«. No lo creí, hasta que me di cuenta que ya superaba los 30 y en un «santiamén» ya tenía 40.
El gusto por verme al espejo, se fue quitando, la imagen cambiaba, aunque era el mismo tipo frente a él. (¿te ha pasado?). Arrugas, orejas más grandes, ojos menos brillantes, bigote y barba con puntos blancos, cara menos simpática, patas de gallo, decepciones casi siempre por las canas. Unos exagerados, le llaman vejez, otros le llaman experiencias, y los que son felices por la manera en que han vivido la vida. Los quejosos y los gozosos.
¿Tú qué expresas cuando te ves al espejo?
- Me veo mejor que antes
- Estoy más cachetón
- Antes no me veía tan madreado
- Tas cabrón!
- Ni pusiste el negocio que habías dicho
- Pinche covid
- Ya me parezco a mi mamá
- A pesar de los años, aún aguanto un piano
- Ay Dios mío… otro día más de friega
- Ya estoy hasta la madre de esta chamba
- Pero hoy me va a escuchar
- Uta! se me olvidó comprar pasta de dientes
- Chale, me crecieron más las cejas
- No estoy tan feo
- El grano ya está más oscuro
- Jeje, qué cagado!
Ahora bien, cuando vemos proyectamos de manera positiva, seguramente contamos con el equilibrio emocional y nos permitimos hacer goce de lo que otros gozan, es cuestión de enfoque, cuando a ti te va bien, y lo compartes conmigo y a ambos nos complace, el espejo en la noche y al día siguiente.
Por: Luis Lozano Nava