Me gustaría poder decir que el ejemplo de hombre de hoy que todo niño conoce, es uno muy conectado con su humanidad: seguro de sí mismo, claro en su identidad y su propósito, lleno de empatía y dispuesto a servir a otros.
Pero no es así. Aún vivimos en una cultura donde se educa a niños y niñas con limitaciones que dependen de su género. Se les dan juguetes específicos a cada uno, se les permite o no entrar a determinadas clases de arte o deporte. ¿Qué pasa cuando un niño se acerca a sus padres y les dice que quiere entrar a clases de baile? Comúnmente se le convencería de que esa es una actividad para niñas, y que mejor entre a algún deporte como fútbol o cualquier cosa más “de hombres”. Y también para las niñas sé de algunos casos en que, aún cuando amaban jugar fútbol, sus padres las cambiaron a algo diferente porque ese era
un deporte para niños.
¿Por qué limitamos la libertad de elección de nuestros niños y niñas? Lejos de lo que se creía, esto no hace más que un daño. Empezamos a formar un molde alrededor de la identidad de cada uno, y toda su vida van luchando por ajustarse a ese molde, sin poder ser nunca ellos mismos. Infinidad de hombres y mujeres pasan la vida entera siendo alguien que no son, usando máscaras y encajando en moldes que alguien más les impuso. Es por esto mismo que tenemos a tantas personas que no saben hacia dónde van, sin la capacidad de pensar en el otro, porque se han acostumbrado a estar todo el tiempo pensando en cómo encajar. Y sobre todo, tantos hombres que no tienen siquiera idea de cómo expresarse, porque el molde que se le impone al varón desde corta edad, es uno que no tiene espacio para sentir.
Todos hemos escuchado de este molde. El que tiene inscrito en letras grandes “Los hombres no lloran”. Un molde diminuto, a comparación del potencial con el que cada uno de nosotros nace. Este molde nos limita emocionalmente, haciéndonos creer que el expresar tristeza o alegría es de débiles, o peor aún, de niñas (como si ser mujer fuera malo, o significará ser débil). Con un molde así, es totalmente lógico que tengamos a tantos hombres tan emocionalmente inmaduros, sin saber siquiera poner en palabras lo que sienten.
Abrirse emocionalmente y ser vulnerables es la muestra de valentía más clara que un hombre puede dar. Tener la guardia arriba todo el tiempo, una máscara en el rostro, una identidad falsa, no requiere nada de valor. Arriesgarse bajando la guardia es un acto que solo los valientes se atreven a hacer, y nos hace mucha falta transmitir esto a nuestros niños. Que sepan que un hombre llorando no es un hombre débil, sino uno valiente y libre.
Que un hombre amando con todo el corazón no es menos hombre, sino todo lo contrario: un hombre de verdad sabe decir “te amo”.
Y para empezar a cambiar la idea errónea del macho sin sentimientos, tenemos que dar el ejemplo. Todos aprendimos observando a quienes nos rodeaban de pequeños: nuestros padres principalmente, familiares y amigos. Así que esto es tan sencillo como comenzar aplicándolo en nuestras vidas, en nuestras familias, y en toda relación humana que tengamos. Ser ejemplo puede mucho más que todos los posts de Facebook del mundo, y todas las pláticas TED que puedas ver. Saber que alguien vive de una manera distinta a como la cultura nos ha dicho que debe ser, nos impacta muchísimo más.
Así que seamos ejemplo de libertad y de amor. Permitamos a nuestros niños elegir por si mismos lo que más desean, lo que mueve su corazón. Expresarse pateando un balón, o bailando el cascanueces. Pero expresándose, sintiendo y creciendo a través de ello. Sólo así comenzaremos a formar a los hombres que necesitamos desde hace tanto tiempo. Sólo así veremos cambiar el estándar de nuestro “hombre promedio”, y podremos ver la verdadera grandeza que llevamos dentro.
Por: Ricardo Rivera, Voices of Brotherhood