La canción que escribió y que canta Joan Manuel Serrat “De vez en cuando la vida” nos invita a sentir la vida en cada instante. “No existe la felicidad, la felicidad consiste” lo afirma Pedro de Velasco SJ. Cuesta trabajo entender esta aparente paradoja, en un mundo que nos ha venido la idea de la felicidad como único propósito en la vida, una felicidad es una ilusión que se desvanece frente a nosotros cuando solamente pensamos que es un sentimiento que se ancla en el poseer cosas y hasta personas.
La felicidad consiste en saber que tu familia, tus hijos, la persona que amas esta bien, que puedes compartir el pan con otros, que puedes ayudar a quien necesita de ti, es la forma de hacerte presente con los otros para ser poder ser tú, es contar historias, es compartir un libro que te gustó, es poder recomendar una película o una serie que te pareció interesante y que crees que le puede gustar y hasta ser de utilidad para alguien. Hoy en tiempos de la pandemia es desear que las personas no se contagien y que quienes enferman sobrevivan.
Estamos en un momento en que la sensibilidad humana en el terreno emocional se ha exaltado y en donde la razón va quedando de lado, ante una hipersensibilidad anclada muchas veces en un egoísmo y en un hedonismo que la sociedad actual de mercado ha fomentado, desde un individualismo y desde la auto explotación que ha descrito Byung-Chul Han como la “sociedad del cansancio”, en la “sociedad del rendimiento” y que en efecto nos va aislando de los demás y que nos aleja en muchos casos de nosotros mismos.
La vida sucede, pero la vida no es un transcurrir. Los seres humanos tenemos la inteligencia, la consciencia y con ello la voluntad. Es ahí en donde radica la posibilidad de pensar y de pensarnos con otros y que permite que la vida misma tome sentido, significado y cree la oportunidad de realizar y concretar las ideas, los sueños y hasta las utopías, siempre con otros, con el otro.
Ahora, la pandemia nos ha puesto de frente a la realidad humana, a su finitud y fragilidad. Nos ha traído de golpe la dimensión emocional a un plano de importancia para todas las personas, en todos ambientes y espacios de la cotidianidad, familiar y laboral.
No es que no esté lo emocional presente todo el tiempo en la vida que tenemos, lo que no ha estado tan presente, es la posibilidad y la capacidad para expresar de forma adecuada y pertinente lo que se siente, y poder pasar de percibir las emociones a reconocerlas, a pensarlas, aún más a nombrarlas e identificarlas con los sentimientos que nos generan. Es aquí y ahora lo que tenemos que trabajar como sociedad en su conjunto, y desarrollar las capacidades socioemocionales y las habilidades sociales para la convivencia y el diálogo, para con ello crear espacios de comunicación que reduzcan la violencia en todas sus formas.
Las experiencias desde la que relata el libro “Education Disrupted Education Reimagined: Responses from education’s frontline during the COVID-19 pandemic and beyond” (2020) y que reúne experiencias de muchas partes del mundo, pone como constante el tema de la importancia de la educación emocional como un elemento sustancial, para poder dar una respuesta a la pandemia desde la formación de las y los estudiantes en todos los niveles educativos.
El incremento de las llamadas a las líneas de ayuda y de denuncia de la violencia doméstica por parte de las mujeres es alarmante y se tiene que ir más allá de las acciones que le toca al estado implementar para garantizar la seguridad e integridad de las mujeres, así como su vida. Se requiere reconocer que hay un rezago muy importante en el desarrollo de las habilidades y competencias socioemocionales y que es más que urgente tomar un papel activo para ir creado condiciones para el cuidado de la salud física y de la salud mental de todas las personas.
Por ahora, comparto la letra de la canción de Serrat, que ojalá nos invite a sentir la vida en estos tiempos que corren y nos de alguna pista para la esperanza, esa que se tiene que sentir cada día en la piel y en el corazón y que nos tomé por sorpresa, recuperando la capacidad de asombro.
De vez en cuando la vida nos besa en la boca
Y a colores se despliega como un atlas
Nos pasea por las calles en volandas
Y nos sentimos en buenas manos
Se hace de nuestra medida, coge nuestro paso
Y saca un conejo de la vieja chistera
Y uno es feliz como el niño
Cuando sale de la escuela
De vez en cuando la vida toma conmigo café
Y está tan bonita que da gusto verla
Se suelta el pelo y me invita
A salir con ella a escena
De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros
Y nos regala un sueño tan escurridizo
Que hay que andarlo de puntillas
Por no romper el hechizo
De vez en cuando la vida afina con el pincel
Se nos eriza la piel
Y faltan palabras para nombrar lo que ofrece
A los que saben usarla
De vez en cuando la vida nos gasta una broma.
Y nos despertamos sin saber qué pasa
Chupando un palo sentados
Sobre una calabaza.
Por: Arturo Mora Alva